Cristo Crucificado, Pedro de Mena, S. XVII. Una historia del Sacromonte.
La cruz de la ermita del Santo Sepulcro. Última etapa de los momentos vividos por Jesús desde que fue apresado hasta su muerte en el Monte Calvario. Crucifixión y Sepultura, hechos narrados en los evangelios y la última estación de la Vía Dolorosa.
Este lugar representó el final del recorrido de la procesión del Vía Crucis, tan querida por los franciscanos, y que se celebró en la ciudad de Granada durante los siglos XVII y XVIII cuyo recorrido salía desde Plaza Nueva hasta terminar aquí, en el Sacromonte.
Según la historia del Sacromonte. Desde el principio del camino y hasta la capilla del Santo Sepulcro, se extendió el famoso Vía Crucis, hecho en 1633 por franciscanos terciarios. Fueron costeadas cada una las cruces que señalaban sus estaciones por distintos personajes de Granada, como el primer Abad del Sacromonte D. Pedro de Ávila, el Canónigo D. Francisco Barahona o el Marqués de Estepa entre otros. De este Vía Crucis no se conservan más que algunos vestigios, como la cruz que existió, de la que permanece únicamente el pedestal y parte de su larguero. Dado que su crucero le fue arrancado hace pocos años. También se mantiene el pequeño altarillo con el rostro del Ecce Homo que hay en la curva de puente Quebrada, en el que permanentemente lucen mariposas de aceite y una pequeña cruz, que era la penúltima de las estaciones.
Esta cartela (1673) da testimonio hoy de que a lo largo de esos siglos, el sacristán, que cuidaba la ermita, ofrecía «agua milagrosa de la samaritana». Los vecinos de Granada peregrinaban hasta aqui para beber de su pozo.
Un lugar tan enigmático como El Sacromonte de Granada, que aún guarda entre sus cuestas las leyendas e historias de antaño.