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    “La Anunciación” y “La Encarnación”: iconografía e interpretación.

    Iconograficamente existen dos momentos muy parecidos en la historia del arte sobre un pasaje de la vida de la Virgen María en un espacio-tiempo casi instantáneo. Este es el segundo que transcurre entre La Anunciación y La Encarnación de María.  La Anunciación de María o Salutatio Mariae Es el momento en el que el arcángel San Gabriel se presenta en casa de María. Saluda y dice: “Dios te Salve María llena eres de Gracia, el señor es contigo”. Esa situación fue recogida por los artistas que representaron una escena íntima y un pequeño gesto. Mostrando a María, turbación o temor al ver la imagen del arcángel. Él baja del cielo ataviado con ropajes sedosos y con la vara de azucenas como símbolo de virginidad y pureza. María, en estado de asombro, mira en dirección al ángel -está cubierta por un velo blanco que le tapa parte del pelo, una capa azul y un vestido, en forma de túnica, rojo-. Estos tres colores, comunes en casi todas las representaciones de la Virgen, tienen el significado de pureza, humanidad y cielo. En algunas ocaciones, y según la época, un halo de santidad rodeó su cabeza. Otros elementos que decoran la escena son los angelotes o querubines, la paloma blanca (símbolo del Espíritu Santo) o la figura masculina y barbada de Dios. La Encarnación de la Virgen Es el momento justamente posterior del saludo del arcángel: “No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios. Vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús”. Ese momento, único en el cristianismo, fue  llevado a cabo por pintores y escultores con la representación del arcángel postrado a los pies de María. La inclinación de San Gabriel, la flexión de su rodilla, es la señal de sumisión, de docilidad y de obediencia. El momento de humildad y reverencia en el que el Espiruto Santo encarna a la Virgen. El instante más importante. En esa secuencia María agacha la mirada para ser atravesada por la Luz. En algunas obras aparecerá con su vientre ligeramente abultado y sus manos cruzadas que denotan ese rubor propio del momento. Estos dos momentos, casi justos, de la Virgen y San Gabriel suelen llevarnos a equivocaciones a la hora de nombrar la obra siendo, casi todas, “Anunciaciones” sin diferenciar la actitud del ángel o el momento exacto de la escena. En cambio, en un edificio religioso, en un contexto de espacio sagrado, es de suma importancia hacer bien esa diferenciación. Represente lo que represente la obra de la portada. A tener en cuenta entre “La Anunciación” y “La Encarnación”. Siempre, la entrada a un templo cristiano, la obra debe leerse como “Anunciación”, ya que esta palabra, como ya hemos mencionado anteriormente, significa Salutatio Mariae. Por tanto, toda portada es una salutación al creyente o catecúmeno que pasa y al cual se le invita a entrar: “Dios te salve a ti también hombre de fe”. Sin embargo, en el altar mayor o retablo ha de leerse como una “Encarnación”, ya que allí es el lugar donde se encarna, cada día, a Jesús en la hostia mediante la consagración de la misa. El momento más representado es, sin duda, La Encarnación por ser el momento más valioso del cristianismo; pues no debemos de olvidar que los judios ya anuncian la llegada de un Mesías. Es por esto que hay una pequeña diferencia entre “La Anunciación” y “La Encarnación”.    

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