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    El ángel que blandía la espada de fuego.

    Uriel, uno de los siete arcángeles mencionados en la tradición y cultura del pueblo judío, la más antigua junto al Cristianismo y al Islam. Su nombre significa: “Fuego de Dios”, “Dios es mi luz”.

    Su categoría dentro del coro de Dios, no es de las más destacadas. Esta clase, dentro de la pirámide jerárquica celestial, no se encuentra entre las más preponderantes como sí lo son Serafines o Querubines. En cambio, el papel de estos ángeles es uno de los más importantes de todos: hacer cumplir los mandatos de Dios.

    La presencia de estos seres, igualmente, aparecen en los textos sagrados como la Biblia o en el “Libro de Enoc” y tiene nombre propio y representación iconográfica.

    Los Arcángeles del firmamento:

    Cada uno de sus nombres ofrecen la voluntad que Dios pide de ellos y son siete los que reconoció la Iglesia Católica a pesar de que en el Libro de Enoc aparecen otros de idéntica categoría como Bachariel, Bendición de Dios.

    1. Gabri-el como el Mensajero de Dios.

    2. Migu-el como Quién como Dios, encargado de sus ejércitos.

    3. Rafa-el como Medicina de Dios.

    4. Uri-el como Fuego de Dios, encargado de las tierras y de los templos.

    5. Ragu-el como Justicia de Dios, encargado de mantener la armonía .

    6. Sari-el como Mandamiento de Dios, encargado de los pecadores.

    7. Remi-el como Trueno de Dios, encargado de los que Resucitan.

    De estos siete, el más venerado fue San Miguel y con él, el culto a los ángeles de los primeros cristianos.  La adoración y devoción por estas figuras fue tan excelso que se temió que se dejara de venerar a Dios, y el Papa Zacarías, en el Concilio Vaticano del año 745, prohibió, entre otros, el nombre de Uriel.

    Los Apócrifos:

    Su mención se hace, sobre todo, en los libros Apócrifos surgidos en los primeros años del cristianismo y que no fueron incluidos en el canon de la Iglesia Católica.

    Dichos libros no son doctrinales pero en cambio, sí son una grandísima fuente de inspiración para artistas y estudiosos de la vida y de la obra de Jesús de Nazaret.

    En estos, Uriel ayuda a Juan el Bautista, primo de Jesús, a salir de Belén dirección a Egipto para salvarse del aniquilamiento de los inocentes mandado por Herodes. Dicho pasaje, importante en las fiestas que ahora llegan, sólo aparece descrito en el Evangelio de San Mateo:

    Entonces herodes, viéndose burlado por los magos, se irritó sobremanera y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en sus términos de dos años para abajo […]. Mt 2, 16.

    En este capítulo bíblico no se menciona a ningún ángel, en cambio, pintores tan magistrales como Leonardo Da Vinci recogen este momento del encuentro entre los dos niños acompañados de la Virgen María y de un ángel que sostiene a Jesús. En cambio, éste señala a Juan en el cuadro “La Virgen de las Rocas”, pintado en 1483 (Museo del Louvre).

     

     

    Uriel suele aparecer representado con ropajes rojos, siendo su atributo más importante una espada de fuego. En la tradición judía es el encargado de ejecutar las acciones dictadas por la cólera divina. Aunque no aparece en la Biblia por su nombre, si leemos el Génesis, en su capítulo 3 versículo 24, nos encontramos que dice:

    Expulsó al hombre y puso delante del jardín del Edén un querubín, que blandía flamante espada para guardar el camino del árbol de la vida.

     

     

     

     

    * Enoc, padre de Matusalén y abuelo de Noé. Personaje que aparece en el Génesis fue un ascético que visitó el Cielo en varias ocasiones gracias a sus visiones místicas. Enoc intercedió por lo ángeles caídos y conoció la pirámide jerárquica de éstos acompañado de Yavhé.

    Se piensa que el Libro de Enoc con sus visiones fue escrito entre el siglo III a. C y el siglo I a. C.

    Era Enoc de sesenta y cinco años cuando engendró a Matusalén. Anduvo Enoc en la presencia de Dios, después de engendrar a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas […] y anduvo constantemente en la presencia de Dios, y desapareció pues se lo levó Dios.

    Gn 5, 21-24.

     

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