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    A principios del siglo XX, en un periodo de entre guerras, de literatura innovadora, de movimientos sociales nunca vistos, de insurrecciones artísticas que han marcado hoy nuestra cultura… se fraguó la vanguardia estética como ese flujo dinamizador de lo novedoso y de ruptura con los cánones, hasta el momento, establecidos en el mundo del arte.

    En este periodo histórico comienzan a surgir los -ismos en contra de los neos-; es decir, las miradas al futuro en contra de las miradas al pasado.

    Rusia se comprometió con todo ese ambiente revolucionario emergente del proletariado que manifestó, desde el principio, la idea de independencia. De ahí surgieron manifestaciones artísticas tan importantes como el futurismo, el rayonismo o la abstracción. Se trató de ofrecer una ventana abierta al pueblo. Una bocanada de aire fresco. Un movimiento de ilustración y actualización identificado con un proceso artístico liberador y subversivo.

    En los Países Bajos, como en Francia o Rusia, en torno a 1914, algunos artistas se dejaron seducir por el riesgo de la abstracción pura. Mondrian, Wassily Kandinsky, Malevich… pertenecieron a este grupo de visionarios que desmateliarizaron la obra de arte para quedarse con la esencia más pura: la forma, el color y no el dibujo. Ahora la obra de arte era ciertamente subjetiva, profundamente personal.

    Proyectos utópicos que hoy perduran en los museos de todo el mundo.

    Su esencia anteponía la experiencia espiritual personal a los propósitos sociales del arte; es decir, igual que unos (como Tatlin) defendieron el carácter utilitario del arte para y por el bien de la sociedad y la revolución, en el caso de  Malevich o Kandinsky era todo lo contrario. Ellos defendían el arte puro, las ideas irracionalistas, el corazón frente a la razón.

    A la vuelta de Wassily Kandinsky a la Unión Soviética, la Bauhaus (escuela de artistas fundada en 1919 por el arquitecto y urbanista alemán, Gropius) lo contrató como profesor en 1922. Su función en Weimar (Alemania) fue primordial y concluyente. Allí publicó su ensayo más leído: “Punto y línea sobre el plano”, 1926.

    Su pintura se convirtió en formas y en color. Abandonó toda relación con el mundo figurativo, visible. Su aportación pionera a este arte de la vanguardia fue la pintura sin tema. Algo insólito hasta ese momento. Excepcional porque, sobre todo, rompió moldes.

    Fuentes: Las Vanguardias Históricas. Historia 16. Vol. 33 y 34. Arnaldo, Javier y Santos García, María.

    María Teresa Hontoria. 2017.

     

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