“Jesús y la Samaritana”, Alonso Cano (1652, aprox.) Museo de la Real Academia de BBAA de San Fernando, Madrid.
Como todo, en el mundo del arte, los temas ejecutados han tenido sus antecedentes y sus consecuentes. Esta obra, pintada en la madurez del maestro granadino, tuvo su precedente en un grabado anónimo flamenco realizado veinte años antes donde se visualizaba el encuentro entre Jesús y una mujer originaria de la región de Samaria, antigua ciudad de Palestina.
En el Nuevo Testamento:
Esta confluencia que se dio entre ambos personajes está descrita en el Nuevo Testamento contado por San Juan (4, 4-45).
Dice así: “Tenía que pasar por Samaria. Llegó, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, próxima a la heredad que dio Jacob a José su hijo, donde estaba la fuente de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó sin más junto a la fuente; era como la hora sexta. Llega una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dice: Dame de beber, pues los discípulos habían ido a la ciudad […]” (Jn 4, 4-8).
El capítulo, que sigue hasta el versículo 45, es en realidad un ejemplo de predicación y re-evangelización. Se trata, prácticamente, de una catequesis dada por Jesús a la mujer de Samaria con la que los judíos tenían prohibido la comunicación.
Éste, después de pedirle que le diera de beber, ella extrañada le pregunta:
- -“¿Cómo tú siendo judío me pides de beber? […]”
En ese momento Jesús le habla de Dios y de que Él es su hijo. La samaritana no le reconoce dicha categoría y Jesús le explica que si bebe del “agua viva”, nunca más tendrá sed.
Ella le ruega que le dé de beber ese agua para así no tener que venir más al pozo:
- -“Quien beba de este agua (refiriéndose al pozo de Jacob en el que están) volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le diera no tendrá jamás sed[…]
- – Señor, dame de esa agua para que no sienta sed ni tenga que venir aquí a sacarla”.
En ese instante Jesús le pide que se vaya y que traiga con ella a su marido. Ella le replica que no tiene esposo y Jesús le contesta:
- –“Bien dices, porque cinco tuviste y el que ahora tienes no es tu marido […]”
De esta manera no sólo recrimina a la mujer su forma de vida sino que se le manifiesta como profeta.
Termina la conversación hablándole de que la única salvación viene de los judíos y que Él se llama Cristo, el Mesías, el que “nos hará saber todas las cosas”.
El encuentro:
En ese momento los discípulos de Jesús vuelven de buscar provisiones para continuar el camino a Galilea. Ella deja su cántaro y se va a avisar de la gran noticia frente a la mirada extraña de los hombres. Termina diciendo San Juan:
- -“Dejó pues su cántaro y se fue a la ciudad […] Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en Él por la palabra de la mujer…”
Esta conversación es la que muchos pintores recogen. Cada uno de ellos escenifica un momento concreto pero todos aportan la misma temática: ambos personajes protagonistas, actitud de diálogo y el pozo como elemento separador y unificador entre ellos. Separador de cuerpos pero unificador de espíritus.
Los pintores del Renacimiento que más encarnaron este trocito de Evangelio fueron los venecianos: Tiziano y Veronés. Luego, la idea se mantuvo en otros pintores Barrocos como: Guercino, Carracci o Cano.
Cano se influenció en el lienzo que pintó Carracci en 1594 (imagen 2) donde colocó el pozo en el centro de la composición. Éste a su vez lo hizo en el Veronés (1585. Imagen 3 ) usando la plasticidad y colores de los ropajes de Jesús.
Jesús y la Samaritana. Carracci, 1594. Milán.
Jesús y la Samaritana. Veronés, 1585. KHM, Viena.
La interpretación:
Si vamos interpretando las escenas de estos tres lienzos expuestos y lo hacemos por orden cronológico, primero tendríamos que detenernos en el lienzo del Veronés. Aquí el pozo lo sitúa, prácticamente, a ras del suelo y entre medias de ambos personajes principales. Por la actitud de la samaritana, ella se dispone a tomar agua cuando Jesús la interrumpe y le pide que le ofrezca beber. El gesto de Jesús, señalando el agua, y su posición corporal, como si se fuera a levantar de la roca que le sirve de asiento, refuerza el discurso interpretativo.
Podríamos decir que se trata del primer momento en el encuentro entre Jesús y la samaritana pero el pintor añade a unos personajes al fondo de la composición que parecen ser San Pedro y San Juan por la blanca barba de uno y la juventud del otro. Se trata de una licencia pictórica del Veronés; pues si somos rigurosos con la lectura del Evangelio, Jesús y la mujer de Samaria estuvieron solos hasta el último momento.
El Veronés presume en este cuadro, que está en el Museo de Arte de Viena, de su excelente técnica pictórica, propia del Manierismo, y el uso magistral de la masa y el reflejo, como puede verse en el chal dorado de la mujer.
Por otro lado, el cuadro de Carracci sigue la misma línea pero con otro punto de vista. Mantiene en el centro de la composición el pozo pero le da un mayor protagonismo elevándolo de la cota la tierra. Aquí los personajes adquieren una actitud distinta. La samaritana, frente al pozo, se lleva el punto de luz gracias a sus ropajes claros. A su lado Jesús está recostado, en una actitud paciente, tranquila, señalando a uno de sus lados con una mano y hacia si con la otra. Podemos decir que se trata de la última parte de la conversación cuando éste le dice que vaya a la ciudad y hable de Él. En ese momento, y según la Biblia, es cuando llegan los apóstoles que esperan el final del diálogo sorprendidos por el encuentro. La mujer deja el cántaro, como aparece en el lienzo, y se va.
Como vemos, esto es lo que aparece representado en el fondo de la escena. Los apóstoles vuelven a ser reconocibles, incluso llevan colores parecidos si lo comparamos con el cuadro de Veronés. Igualmente en los colores la ropa de los principales personajes.
Alonso Cano bebió de todos ellos pero su maestría y gusto particular por la pintura le llevó a realizar una escena diferente y más leal con la lectura de San Juan. Interpretemos el cuadro:
Ambos personajes, solos, tienen el pozo como elemento separador. Un elemento que los separa físicamente pero que será el nexo que luego los unirá de manera espiritual. Cada uno a un lado. Jesús parece que es el que lleva el peso de la conversación:
- – “Díjole la mujer: Yo sé que el Mesías, el que se llama Cristo, está por venir, y que cuando venga nos hará saber todas las cosas. – Díjole Jesús: Soy yo, el que habla contigo. En esto que llegaron los discipulos […]”
El momento escogido por Cano es prácticamente el mismo que tomó Carracci para su obra. Prácticamente.
Cano selecciona un instante anterior, “Soy yo, el que habla contigo”. Para fortalecer el discurso, Jesús se señala en el pecho afirmando esta frase con la otra mano abierta, da peso a su discurso. La samaritana le escucha esbozando una sonrisa. Gira su rostro a Jesús, le mira con ternura y picardía. Se ha dado cuenta de quién es Él.
Los apóstoles, al final de la escena a nuestra derecha, se acercan al lugar donde Jesús les espera. El primero de ellos se da la vuelta, parece que estuviera avisando a los demás. No importa su cara.
Los tonos pasteles, la atmósfera, el gusto por el espacio… dan categoría a este pintor granadino fabuloso que amó la escuela veneciana.
Curioso es que todos los pintores nombrados usen el pozo como elemento insinuante de la escena y ninguno de ellos lo haga con una fuente como el Evangelio también menciona y es que “pozo o fuente de Jacob” es lo mismo; pues en el Génesis no se especifica que fue lo que Jacob construyó cuando heredó esas tierras.
Para terminar, me gustaría daros a conocer un cuadro, propiedad de la Universidad de Granada, que fue pintado por Bocanegra (discípulo de Cano) en 1680 donde podemos observar la influencia de su maestro, sobre todo en el rostro de Cristo.
La refacción milagrosa de Cristo en el Desierto. Pedro A. Bocanegra, 1680. Universidad de Granada. / Detalle de Jesús pintado por Cano en la obra completa antes mencionada.
María Teresa Hontoria Puentes. 2016.